Sonríe a pesar de morirte por dentro. Cierra los ojos cuándo los demás tengan los suyos abiertos. Mira al cielo y no bajes la mirada. Corre descalza por el césped mojado por la lluvia. Tírate a la piscina con ropa. Ríete del lobo como Caperucita. Siente mariposas en el estómago. Trágate rayos de luz. Haz lo que quieras, pero vive.

28.5.13

Como la flor que le da nombre. I

Su nombre era Violet.
Era Violeta para su padre. Violet cuándo firmaba. Vio para los amigos. Leti para su abuela. 
Pero para Christian siempre será 'Vi' .

Ella era como la flor que le da nombre. Todos los días se abría al mundo y cada noche se cerraba en sí misma. Siempre llevaba una triste sonrisa dibujada en un pálido rostro, pero a nadie le importaba porque era invisible, invisible para su madre, para el instituto, para el chico que le gustaba. Invisible para todos.
1,67 descalza, 1,72 con tacones. Un pelo castaño claro que le llegaba hasta los hombros y unos ojos color miel. Así era ella. Así de simple, nada más.
Pero, y él? Como era Christian? Él era imprevisible. Rodeado de buenos amigos, con una sonrisa que paralizaba corazones y rebelde. Jamás sabrías por donde podría aparecer. Orgulloso era su papel principal. Engreído delante de todos. ¿Pero como era delante de Vi?. Era totalmente diferente, ellos eran uno. Con unos preciosos ojos azules y el pelo negro, él vivía la vida. Jamás se detenía.

Y te preguntarás, como dos personas que son como la luna y el sol pudieron llegar a encontrarse? ¿Como el invierno y el verano se unieron? ¿Es cierto que los polos opuestos se atraen? ¿Existe el destino? No lo sé, puede ser. Ella era el invierno, y él el verano. Distintos y a la vez parecidos, la cara de una misma moneda, y todo empieza aquí, un 12 de Noviembre.

Violet se había despertado como todos los días, se había vestido como todos los días, y como todos los días, se acercó a la ventana a mirar. Le gustaba  pasarse horas delante de la ventana, imaginando que algún día se iría de este pueblo, que podría ser libre. Ser alguien. Suspiró y apoyó la frente en el frío cristal, luego cerró los ojos. ''¿Para que ir al instituto? ¿De que me sirve? Aquí nunca tendría un futuro''  pensó mientras bajaba las escaleras y se dirigía a la calle. Otro día sin desayunar.  Del bolsillo de su chaqueta sacó su móvil, se puso los casco con una lentitud irritante y se dejó llevar por la música. En menos de 3 canciones ya había llegado a la parada de autobuses. Puso los ojos en blanco y se sentó en unas escaleras que llevaban a una bonita casa de color amarillo. Tuvo que subir el volumen de su música ya que el ruido de risas, gritos, cotilleos no le dejaba disfrutar de su canción favorita.

Christian se despertó tarde, como siempre. Si vuelve a perder el autobús le echarían una gran bronca, por eso cogió la primera ropa que vio. Una camiseta azul eléctrica y unos vaqueros que llevaban semanas encima de la silla. Chicos, así son algunos. Bajó las escaleras y salió corriendo hacía la cocina para coger unas tostadas que estaba a punto de comer su hermana Ana, que tenía unos 8 años. Le dio un beso y salió corriendo, bueno, mejor dicho saltando por la puerta mientras escuchaba los gritos de su madre. No podía llegar tarde.

Violet, se sentó en la tercera fila del autobús, al lado de la ventana, como siempre. Nada podía interrumpir su rutina. Ese era su sitio desde que empezó el instituto, nadie se sentaba con ella. Tampoco tendrían porqué hacerlo. ¿Por qué? Ella era la chica que intentó suicidarse. Unos dicen que lo hizo para llamar la atención, otros porque debía mucho dinero a alguien, y las más románticas por amor. Todos estaban equivocados, nadie sabía el motivo. Por eso se sobresaltó cuando alguien se sentó a su lado. Los ojos marrones de ella se fundieron con los ojos azules de él. El chico sonrió ampliamente y le dijo.

-Hola, eres nueva?

Violet quería morirse, el chico que le estaba hablando no podía ser otro que Christian S. uno de los mejores amigos de Tony. La pandilla de Tony era de lo peor, según el punto de vista de Violet, unos chulos prepotentes con cerebro de serrín que solo le importaban pasarlo bien, ir de fiesta, emborracharse y coger 'un ciego' como ellos decía. Pero eso no era lo peor, lo peor era que se conocían desde hace 4 años, bueno o eso pensaba Vi.

-No, soy Violet, de 4ºB, tú estás en 4ºA. El año pasado estuve en tu clase.- y Violet desvió la mirada incómoda, nunca habían hablando más de dos palabras con ese chico, pero con él era fácil de hablar. Él la miró extrañado, pero luego se le iluminó la cara.

-¡Ah, ya sé! Eres la suici... sí, estuvimos en clase, tienes razón. Hicimos un trabajo de matemáticas juntos, no?.- luego el sonrió otra vez y echó la cabeza hacía atrás mientras se cruzaba de brazos.

-Sí, más bien lo hice yo. Tú no hiciste nada.

Él se rió, y no volvieron a hablar más. Cada uno siguió su camino. Christian se giró y empezó a hablar con una chica que estaba a su izquierda que parecía que se reía por la nariz. Era odiosa. Violet, por el contrario dejó caer la cabeza apoyada en el cristal y comenzó a soñar. Ninguno de los dos lo sabía, pero en ese momento, desde el primer hola, hasta la última risa, sus caminos ya se estaban entrelazando, lentos pero decididos. Ella nunca se daría cuenta que todo comenzaría por culpa de un colgante que se le había caído que más tarde él se lo devolvería.

Ellos no se lo esperaban, pero de una forma u otra, ya estaban unidos.